Mi nombre es Evelien Rijnders. Soy estudiante de Cooperación
Internacional de Bélgica y en la
actualidad estoy haciendo mis prácticas en FUNAD. También me considero una
ecologista. Para mí esto significa emprender acción civil para impulsar cambios
estructurales, asistir a debates e incluso simplemente hablar con la gente
acerca de los problemas ambientales. También significa tratar de tomar consciencia
acerca del impacto de mis opciones de vida cotidiana, en alimentos, ropa,
transporte, etc.
En la preparación de este artículo me he dado cuenta de
repente de algo extraño. Yo he visto y oído de algunos problemas ambientales
serios, importantes en esta regiòn. En mi primer día con Funad fuimos a visitar
el Lago de Cisne, un icono actual en cuanto a las consecuencias del cambio
climático. Aprendí que su problemática va más allà del cambio climático: la
inadecuada gestión del uso del agua también parece jugar un papel. A partir de
una investigación que estoy realizando en Santo Tomás, también he leído sobre
el caso de la Ciénaga de Mallorquín. Y he aprendido acerca de otros problemas
como la sequía, la erosión, la contaminación y el tratamiento de residuos.
Sin embargo, a pesar de la evidente importancia de todas
estas cuestiones, lo que realmente me llamó la atención fue algo, para muchos
trivial, como la utilización de bolsas de plástico. Me encontré con que
aparentemente es inevitable salir de los supermercados sin una sorprendente
cantidad de plástico cada vez que iba a hacer mis compras de comestibles. Los
intentos de limitar mi utilización de bolsas (realmente cuando se va a comprar
una botella de agua y una manzana para llevar a la oficina a 100 metros de
distancia no creo que sea necesaria una bolsa), siempre se han encontrado con
miradas de desconcierto. También me sorprendió la falta de muchas otras cosas,
como opciones vegetarianas en restaurantes, tiendas y supermercados, la
libertad de utilizar la bicicleta como medio de transporte sin preocuparme por
mi integridad y seguridad personal, tiendas de ropa y muebles de segunda tan
comunes en Europa, o la posibilidad de comprar alimentos a los agricultores
locales sin intermediarios.
También extraño a la naturaleza. Nací en la región de
Flandes, una de las regiones más densamente pobladas de Europa. Y sin embargo
siempre existìan posibilidades para ir a caminar o montar en bicicleta en
ambientes naturales a una distancia de máximo 15 minutos desde mi casa. Por
supuesto esto es Barranquilla, una gran ciudad industrial, pero aún así. Me
parece de alguna manera algo contradictorio que siendo este un país con una
riqueza natural increíble, parques y
zonas naturales de los que los colombianos pueden sentirse orgullosos, no se
cuente con espacios como estos para el disfrute diario de sus habitantes.
Esto me hizo pensar. En primer lugar me hizo comprender
cuánto hemos progresado en Bèlgica en este campo en los últimos 5 o 10 años. En
la mayoría de las tiendas, las bolsas de plástico no son de libre disposición,
por el contrario, se estimula a la gente a llevar una bolsa propia para hacer
sus compras, generalmente de tela. La actitud hacia la carne y los alimentos en
general ha cambiado enormemente. Cooperativas locales que unen directamente a
los consumidores y los agricultores, sin interferencia de los supermercados,
han surgido y están consiguiendo poco a poco posicionarse ante un público cada
vez más numeroso. Estos son temas que han ido ganando espacio en los últimos
años y que han tenido mucho auge en un periodo muy corto de tiempo.
Por supuesto que todavía hay mucho trabajo por hacer aùn en
Bélgica. La mayoría de la gente todavía prefiere comprar sus alimentos en el
supermercado sin considerar si su alimento es importado o cuánto se le pagó a
un agricultor por su producto, se utiliza el carro para recorrer distancias
pequeñas y se quejan de tener que pagar 5 centavos (unos 175 pesos ) por una
bolsa plástica. Yo misma incluso en ocasiones me encuentro a mi misma haciendo
estas cosas. La conciencia medioambiental
pareciera estar en gran medida limitada a las clases medias y altas de la
sociedad.
En segundo lugar, me pregunté si no estaba fijando mi
atención en las cosas equivocadas. ¿No estaría
mirando las cosas desde una privilegiada visión eurocéntrica,
enfocándome en temas poco prioritarios? ¿No debería concentrarse Colombia en
las grandes cuestiones, como mantener el agua limpia, mantener la tala de
bosques dentro de unos límites y diseñar un plan pertinente y adecuado para el
desarrollo sostenible? Serà que al erradicar la pobreza, la conciencia ambiental
se generarà por si sola?
Sin embargo luego comprendí que este es exactamente el tipo
de pensamiento desarrollista que estoy tratando de evitar.
Es cierto que no es justo juzgar a países pobres y ricos con
los mismos estándares. Y también es cierto que si Colombia desea un desarrollo
verdaderamente sostenible, si desea limitar el uso de los recursos, va a tener
que encontrar su propio camino y no necesariamente imitar el que siguieron los
países europeos. Sin embargo, actuar cada dìa mostrando consciencia ambiental a
pequeña escala, en las decisiones que tomamos en cada momento de nuestras vidas
debe ser, en mi opinión, el primer paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario