En países como México, por
ejemplo, la tarifa se calcula diferente para los que
viven en el clima templado del Distrito Federal y para los que viven en el
calor sofocante de Sinaloa.
Por: Jairo García Oñoro
Por estos días se discute con
fuerza la resolución del Gobierno Nacional que incrementará el precio del
kilovatio de energía en todo el país y en consecuencia, golpeará el bolsillo de
los consumidores. En la región Caribe esto se sumará al incremento ya realizado
hace tres meses del 15% por parte de Electicaribe y al que viene, del 7.5% en
las facturas de noviembre.
El Ministro de Minas y Energía
ha entregado declaraciones en todos los medios explicando unas razones técnicas
que al final no le dicen nada al ciudadano del común a quien lo único que le
interesa es, con toda razón, no ver afectada su economía familiar y personal.
Y si bien muchos de sus
argumentos pueden ser lógicos y aceptables, lo cierto es que en este tema
también hay que considerar unas decisiones de tipo político de las que nadie está
hablando. Por ejemplo y sin ánimo de entrar a defender posiciones ideológicas
obsoletas, parte de la responsabilidad en este tema radica en la decisión de
entregarle la prestación de servicios esenciales en la región Caribe a
capitales privados.
Es irrefutable que la única
lógica que sirve de motor a la inversión privada es la generación de
utilidades, ganancias y rentabilidad. Por su parte cuando los servicios son
prestados por el Estado, su única lógica debe ser la de la rentabilidad social
y todas las utilidades deben ser reinvertidas. No es lo mismo que una parte de
lo que se paga en la factura deba destinarse a engrosar el patrimonio personal
de los socios, a que TODO lo que se facture se tenga que destinar a la
reinversión dentro de la misma empresa creando un círculo virtuoso. Ya ha
demostrado la EPM en Medellín que sí se
puede ser una empresa pública eficiente y eficaz.
Por otro lado, es cierto que
necesitamos incentivar la cultura de ahorro de los recursos hídricos de los que
depende la generación de energía. Pero ¿por qué ninguno de nuestros líderes
políticos impulsa medidas de fondo, como
por ejemplo, exigir tarifas diferenciales por el clima?
No es descabellado. En países
como México, por ejemplo, la tarifa se calcula diferente para los que viven en el clima templado del Distrito
Federal y para los que viven en el calor sofocante de Sinaloa. E
incluso, en el mismo México y en otros países, existen tarifas especiales
reducidas de verano (mayo a octubre) para, dentro de ciertos límites de
kilovatios a consumir, permitirles a sus ciudadanos utilizar aires
acondicionados y abanicos para mitigar el calor incrementando su calidad de
vida, sin pensar que se van a arruinar cuando llegue la factura de energía.
Y por último, en Colombia
todas las medidas de choque terminan convertidas en medidas permanentes (el 4 X
mil para salvar al sector financiero ya lleva más de 15 años). ¿Será que cuando
venga la niña y los embalses se rebosen, nos devolverán lo que nos van a cobrar
extra ahora?
¿Será que lograremos que no se
repita con las generadoras de energía y prestadoras del servicio lo que se hizo
con la crisis del sector financiero, que se socializaron las pérdidas pero se privatizaron
las ganancias?
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